¿Sobreprotegemos en exceso a nuestros hijos?
¿Sobreprotegemos a nuestros hijos? Pero, ¿qué es la sobreprotección? Consiste en proteger más de lo debido, basándonos en la creencia de que la persona a la que sobreprotegemos es menos capaz de lo que realmente es y que cualquier cosa puede suponer un riesgo y generar un daño irreparable, irreversible y traumático.
• ¿Por qué sobreprotegemos? Por miedo a que se hagan daño, a que les pase algo ‘malo’, a traumatizarles… También por miedo a sentirnos culpables de eso ‘malo’ que creemos que les puede pasar.
• ¿Qué efectos tiene? Frena el desarrollo de sus capacidades por evitarles dificultades, dolores y/o incomodidades. Así, fomentamos la creencia de incapacidad, baja autoestima, intolerancia a la frustración, inmadurez, nula resiliencia, dificultad para resolver conflictos, pasividad y/o agresividad y una larga lista de características no deseables para un adecuado desarrollo emocional.
• ¿Qué conductas nos avisan? Seguro que pensamos que sobreproteger es no dejarles hacer nada que pueda dañarles. Estas conductas las vemos rápido al relacionarlas con lo físico. Pero hay otras que tienen que ver son la responsabilidad, son invisibles y más difícil de captar.
• ¿Cuál es el mayor acto de sobreprotección, hoy? Sin duda, evitar que se responsabilicen de las consecuencias de sus actos. Si se dejan el libro en el cole, conseguimos por el grupo de whatsapp las fotos de los ejercicios que tienen que hacer. Si tienen deberes, nos sentamos con ellos a hacerlos o repasamos las tareas para que las entreguen más o menos bien hechas. Si se les rompe algo por no haberlo cuidado, enseguida lo remplazamos. Llevar los deberes sin hacer, llevarlos mal hechos, no saberse la lección, suspender un examen o no tener algo que ‘necesitaban’, porque, por no cuidarlo adecuadamente, se ha roto… serían las consecuencias naturales de esos actos. Pero tendemos a no dejar que las ‘sufran’:las vemos demasiado duras, dolorosas o traumáticas.
• Otras conductas que demuestran sobreprotección. Por ejemplo no tener asignadas tareas domésticas, hacerles cosas que se podrían hacer ellos mismos, como vestirse, ducharse, preparar y llevar su propia mochila, no darles responsabilidades ajustadas a su edad, etc.
• Confiar en sus capacidades sería una conducta contraria a la sobreprotección.Pero, para confiar, primero hay que enseñarles, darles herramientas para desenvolverse en aquellas conductas que queremos que aprendan.
• Dar responsabilidades ajustadas a su edad favorece su madurez. A la vez que asumen esas obligaciones, pueden ir disfrutando de libertades proporcionalmente.
• Las consecuencias no son castigos. Es importante que no veamos las consecuencias de sus actos como un castigo, sino como que todo lo que hacemos en la vida suele tener unas consecuencias naturales y esta manera de educar es, al fin y al cabo, preparar para la vida.
• Olvidarnos de la pena. Debemos aprender a quitarnos las ‘gafas de la pena’ para interpretar las situaciones en las que les exigimos que cumplan con sus responsabilidades y creer que todo eso les puede servir para hacerse cargo de sus actos.
Fuente: www.heraldo.es