Más «juegos, debates y atención emocional» en época de «teledocencia»

El “telecolegio”: la adaptación de la escuela en situación de confinamiento’. Este el título de la investigación de dos profesores de la Universidad San JorgeAna C. Romea y Ángel Martínez, que han pasado meses analizando cómo las escuelas y los alumnos se fueron adaptando a tener que dejar los pupitres y acostumbrarse a ver a sus maestros a través de las pantallas.

El estudio se centra en los niveles de Infantil, Primaria y Secundaria y los investigadores han contado con la colaboración de diez centros docentes, sus diez directores y cerca de 70 profesores de los distintos niveles. Sus conclusiones son más que interesantes en caso de que haya que volver a decretar un confinamiento domiciliario, si bien parece que este (aún) no se contempla y que las administraciones harían un esfuerzo por mantener los colegios abiertos.

“Hay dos momentos clave en cómo se orientaron los educadores durante el confinamiento: antes y después de la Semana Santa. Al principio se comportaron como si fuera una situación pasajera, provisional y mandaban deberes como si se tratara de las vacaciones de verano. Después sí se ve un esfuerzo por aplicar nuevas metodologías y diseñar mejor las clases y los objetivos”, explica Ángel Martínez.

Hay algunas conclusiones que parecen evidentes pero que se refrendan con datos (los alumnos de Infantil se despistan y atienden menos a la teledocencia que los más mayores) y otras pequeñas sorpresas como que hay estudiantes que han mejorado sus aptitudes y rendimiento trabajando en casa. “En Primaria y Secundaria hay alumnos que han ‘florecido’ y han perfeccionado sus competencias. ¿A qué se debe? Creemos que existen tres factores clave”, explica el profesor. “Por un lado está el apoyo familiar, esto es, los chavales se dan cuenta de que padres y docentes colaboran y no perciben el colegio y la casa como departamentos estancos. Hay más complicidad, por ejemplo, cuando los maestros preparan sus vídeos que ya no sólo están pensados para los alumnos, sino también pensando en que los verá toda la familia”, comenta Martínez, subrayando que esta “dinámica de colaboración” pudo sorprender para bien a los estudiantes.

Al margen de “la familia como agente educativo implicado”, la segunda clave es hay jóvenes que han podido organizarse con mayor autonomía y sin las reglas estrictas de grupo que se imponen en las aulas. Para aquellos que son desordenados y caóticos de por sí el no seguir una disciplina es una desventaja, pero también hay alumnos que se han sentido más cómodos y responsables estando menos encorsetados.

“Igualmente, sobre todo en Secundaria, muchos se han desprendido de la ‘presión social del grupo’”, explica el estudio. Esto no hace referencia al ‘bullying’ sino que apunta más al miedo escénico de salir a la pizarra o a la vergüenza de tener que hablar en clase. Con la distancia de los vídeos que se envían directamente al profesor es como si algunos se hubieran liberado de ciertas cadenas.

Aunque la Unesco hace un llamamiento a mantener las escuelas abiertas para luchar contra el abandono escolar, “estos datos demuestran que hay actividades y dinámicas estimulantes que se pueden incorporar a la escuela convencional”.

Martínez y Romea presentarán estas y otras conclusiones, mucho más centradas en las técnicas docentes, en el próximo Congreso Internacional Virtual en Investigación e Innovación Educativa. Así, bajando al detalle de las técnicas, el estudio indica que “el aprendizaje cooperativo” no se ha podido sostener a lo largo del confinamiento como hubiera sido deseable por los maestros. “El nivel en el que más se ha resentido es en Infantil, donde ha sido más difícil mantener las dinámicas”. El trabajo autónomo de los alumnos ha aumentado en Primaria hasta un 67% y en ESO un 83,3%, pero “en Infantil las cifras son más contenidas”.

Los autores señalan que en Infantil los profesores echaron el resto en acompañar a las familias y que sus interacciones trascendieron lo meramente docente, mientras que en Primaria y Secundaria sí hubo un incremento en las estrategias metodológicas de la ‘gamificación’ y de la ‘flipped classroom’. Este último es un modelo en el que en casa se estudia la teoría y en clase, por videollamada, se fomenta el debate, las dudas, el contraste de opiniones… Antes de la pandemia, calculan los expertos, apenas un 5,8% de las clases echaban mano de este recurso que ahora se ha generalizado. La ‘gamificación’, por su parte, consiste en proponer retos, en plantear soluciones a problemas, incluso, desde una perspectiva más lúdica. Esta estrategia podría fomentarse en caso de que hubiera que volver a recurrir a la ‘teledocencia’ porque ha dado buenos resultados, siempre unidos al mantenimiento de ciertas rutinas.

El estudio destaca también cómo todos los profesores, independientemente del curso que gestionen, viraron más a una “atención emocional”. “El 100% de los participantes señalan que hubo una preocupación constante por mantener el contacto con los alumnos para sostenerlos anímicamente y que no se descolgasen del proceso de enseñanza”. Así, en aquellos meses de cole sin pupitre, ni exámenes, ni fiestas de fin de curso, trataron de acompañar a las familias en la situación excepcional que aún atravesamos.

Fuente: www.heraldo.es

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