¿Estás pensando en opositar? Hazte estas 7 preguntas
2018 ha sido el año en el que el empleo público ha empezado a recuperar el pulso tras la crisis económica. El Gobierno anunció el pasado julio la mayor oferta de empleo público desde 2008, 23.156 plazas que se suman a las 7.688 que ya había convocado el anterior Ejecutivo en abril. En total, casi 31.000 nuevos puestos que han reactivado el sector de las oposiciones. «Vuelven a estar en auge», asegura Cristina Villanúa, responsable del área de Administración y Justicia de la academia MasterD, que señala los tres principales motivos que explican la decisión de hincar codos y estudiar para ser funcionario: la vocación, la cuestión económica y la estabilidad laboral.
La crisis se ha hecho notar también en el perfil de los opositores. «Ha habido un cambio tremendo en el alumno», señala Villanúa, que divide a los candidatos en dos categorías: jóvenes que acaban de terminar los estudios y cuyas familias, a raíz de la crisis, les animan a opositar; y adultos que superan la barrera de los 35 años, han sufrido las consecuencias de la recesión y buscan estabilidad.
Preparar una oposición es una carrera de fondo que termina con el sprint final de las pruebas de selección. La decisión supone hipotecar cada resquicio de libertad durante varios meses o incluso años, dependiendo del puesto al que se aspire. La fórmula para tener éxito parece clara, al menos sobre el papel: motivación, disciplina, mucho trabajo y sí, también un poco de suerte. Pero las dudas antes de lanzarse al vacío de opositar son numerosas. A continuación, siete preguntas básicas para formularse si te estás planteando intentarlo.
1. ¿En qué consiste una oposición y cómo funciona el proceso?
La oposición es el mecanismo que utiliza la administración pública para seleccionar e incorporar empleados públicos en la condición de funcionarios. Este proceso tiene siempre que respetar los principios de mérito y capacidad que exige la Constitución y se concreta en una serie de pruebas cuyo objetivo es, por un lado, evaluar la capacidad de los aspirantes y, por otro, establecer un orden de preferencia según la puntuación que cada candidato obtenga.
¿Pero qué hay que hacer en una oposición? Dependerá del puesto que se vaya a cubrir, pero el Estatuto Básico del Empleado Público explica que los exámenes podrán consistir «en la comprobación de los conocimientos y la capacidad analítica de los aspirantes, expresados de forma oral o escrita, en la realización de ejercicios que demuestren la posesión de habilidades y destrezas, en la comprobación del dominio de lenguas extranjeras y, en su caso, en la superación de pruebas físicas».
Una oposición es, sobre todo, un proceso que tiene sus fases, sus plazos y su particular liturgia. Arranca siempre con la oferta de empleo público, que es la previsión de cuántas plazas va a convocar la administración o el organismo público de que se trate para un año concreto. Ese anuncio se concretará más adelante con la publicación de las bases de la convocatoria, es decir, las instrucciones sobre cómo se va a desarrollar el proceso de selección: qué requisitos se exigen, cuántas pruebas habrá, en qué van a consistir, si van a ser eliminatorias o no…
Después se publicará la convocatoria, que marca el inicio del plazo —normalmente de 20 días— para que los candidatos se postulen oficialmente y acrediten que cumplen con los requisitos (es lo que en la jerga se denomina como presentar la instancia). Transcurrido ese plazo, se publicarán la lista —primero provisional y luego definitiva— de admitidos y la fecha del examen. Solo los admitidos pueden presentarse a las pruebas, que normalmente tienen lugar en los tres o cuatro meses siguientes a la publicación de la convocatoria.
Navegar entre tanto requisito y papeleo puede ser complicado, sobre todo si es la primera vez que uno se presenta. Villanúa señala que es muy importante conocer todos estos pasos al detalle: «El opositor debe entender todo el proceso en su conjunto y verlo como una serie de fases que tiene que ir superando».
2. ¿Qué requisitos hay que cumplir para presentarse?
Hay cuatro exigencias básicas: tener la nacionalidad española, poseer la capacidad funcional para desempeñar las tareas que correspondan al puesto, tener entre 16 y 65 años, no estar afectado por ningún expediente disciplinario y tener la titulación que se exija para la plaza a la que se aspira. Estos requisitos deben cumplirse, como regla general, antes de que finalice el plazo de presentación de las instancias.
En algunos casos, se pueden pedir otras condiciones adicionales relacionadas con el puesto que se vaya a desempeñar. Es lo que ocurre por ejemplo, en las pruebas de acceso a los cuerpos y fuerzas de seguridad, donde hay ciertas exclusiones médicas.
3. ¿Qué debo tener en cuenta para elegir a qué oposición presentarme?
La titulación es el primer escollo que hay que salvar a la hora de elegir oposición. Los funcionarios se dividen en tres grupos (A, B y C), según el nivel de formación que se requiera para su puesto. Para acceder al grupo A es necesario ser graduado universitario, para el B se exige título de Técnico Superior y para el C, Bachillerato en el caso del subgrupo C1 y graduado escolar en el C2. «Puedes presentarte a una oposición de un grupo más bajo al de tu nivel formativo, pero nunca puedes tener una titulación inferior», explica Ana Iglesias, directora pedagógica de Adams Formación. Es habitual, por ejemplo, que graduados universitarios opositen para plazas de auxiliar administrativo, del grupo C2, para acceder de forma más rápida a un puesto de funcionario y, a partir de ahí, promocionar internamente.
La movilidad geográfica es otra de las claves. Sacar una plaza en oposiciones a nivel nacional normalmente implica tener que trabajar, al menos durante un tiempo, en otro lugar. En caso de no querer cambiar de destino, habrá que fijarse en las convocatorias autonómicas y locales.
Hay otros factores importantes, según explica Iglesias: si es una oposición que se convoca con regularidad (para que en el caso de que suspendas, no tengas que esperar demasiado tiempo para poder volver a intentarlo), si normalmente se presenta mucha gente (suele ocurrir cuando hay muchas plazas y los requisitos no son muy exigentes), cuál es el temario de la oposición y qué funciones tendrás que desempeñar.
4. ¿Cuánto tiempo necesito para preparar una oposición?
«No hay una regla», afirma tajante Iglesias. «Depende mucho de la oposición a la que optes, de tu capacidad de trabajo y de aprendizaje, del tiempo del que dispongas para estudiar cada día y de lo bien que aproveches ese tiempo».
En cualquier caso, lo que sí que parece claro es que a más nivel de oposición, más tiempo habrá que emplear en preparar el examen. Como orientación, para las del grupo A se necesitan entre uno y tres años; para las del B, entre nueve meses y un año; y para el resto, entre seis y nueve meses. Este último plazo es el mínimo que apuntan las dos expertas. «Con cuatro horas de estudio al día», añade Cristina Villanúa, de MasterD. «Por debajo de ese tiempo, te vas a ir al año seguro».
5. ¿Qué opciones tengo para prepararla?
Hay dos vías, estudiar por tu cuenta o hacerlo con la orientación de un preparador o de una academia. La dificultad de prepararlas por libre reside sobre todo en la necesidad de hacerse con los materiales de estudio. No hay temarios ni libros oficiales y la única guía para saber qué hay que estudiar es el programa que se incluye en cada convocatoria. Se trata de una mera relación de epígrafes o temas sobre los que versará el examen. Así, para una oposición a auxiliar administrativo en un ayuntamiento se pide, por ejemplo, dominar al detalle los presupuestos locales y estudiar la ley de contratos públicos.
Estos temarios los puede confeccionar cada opositor, consultando directamente la ley que toque estudiar, aunque lo normal es comprarlos ya preparados (elaborados por editoriales o academias especializadas). «En cualquier caso, debes asegurarte de que se desarrollen cada uno de los epígrafes y temas que contiene el programa oficial en su totalidad, no solo parcialmente. Y que estén actualizados, sobre todo porque suele entrar mucha materia jurídica que cambia», aconseja Ana Iglesias, de Adams.
Si eliges preparar el examen con la ayuda de un preparador o de una academia, cobra cada vez más fuerza la opción de formarse online. Aun así, la decisión entre ir por libre o hacerlo acompañado depende del compromiso que estés dispuesto a aceptar o de si necesitas ayuda para ser constante, organizar un buen plan de trabajo, fijarte un horario, seguir un método… «Ten en cuenta además que una oposición no es solo estudiar un contenido, sino superar un examen que tiene unas características concretas y para eso también tienes que prepararte», añade Iglesias.
6. ¿Es posible preparar una oposición si estoy trabajando?
Sí, aunque hay que ser muy realista con los tiempos. «Para opositar tienes que hacer muchas renuncias y una de ellas son los tiempos de descanso, vas a tener que invertirlos en estudiar», explica Cristina Villanúa, de MasterD. El 60% de los alumnos de su academia estudian y trabajan, aunque la mayoría lo hacen a tiempo parcial. Con empleos de ocho horas, la experta lo ve más complicado.
Para Ana Iglesias, de Adams, compaginar una oposición con un trabajo a tiempo completo es posible, aunque exige un nivel de disciplina muy alto. «Debes aprender a gestionar tu tiempo, planificarte bien y tener una rutina clara porque si no sabes a qué hora te tienes que poner a estudiar cada día, lo más probable es que no te pongas nunca», explica. La motivación es clave en este punto. Los alumnos que más clara tienen la razón por la que decidieron opositar son los que más suelen aguantar en la carrera.
7. ¿Qué pasa si apruebo? ¿Y si suspendo?
«Aprobar no te asegura ni pasar a la siguiente prueba ni conseguir una plaza», explica Cristina Villanúa, de MasterD. El aprobado lo marca la nota de corte, que se suele calcular en función del número de plazas convocadas, la cantidad de aspirantes que se hayan presentado y la puntuación que hayan obtenido. Puede haber más aprobados que plazas, aunque en Adams aseguran que este fenómeno es cada vez menos habitual.
Lo que sí es más común es el tener que afrontar un suspenso. Lo importante aquí es saber reaccionar. «Hay que hacer un análisis realista de por qué has suspendido para de esa manera evaluar el suspenso en su justa dimensión», recomienda Iglesias. El factor suerte también entra en juego. «Es un 10% de todo el proceso», asegura Villanúa. «Un 5% depende de que te toque el tema que más hayas estudiado o las preguntas que mejor preparadas llevas y el otro 5% es que aquel día no te levantes con jaqueca, o que de camino al examen no te pille un chaparrón y llegues empapado… Eso es algo que no podemos preparar».
Fuente: www.elpais.com