El papel de la formación para el crecimiento de la empresa
¿Cuál es el secreto de la felicidad de los empleados? ¿Cuál es la varita mágica con la que algunas empresas consiguen trabajadores motivados y productivos? ¿Hasta qué punto es la formación constante de la fuerza laboral influyente en el éxito de una empresa? Estas son algunas de las preguntas más planteadas en las estrategias de los departamentos de recursos humanos de muchas compañías, o al menos, de las que miran por el bienestar de su equipo humano.
Según el estudio sobre ‘Felicidad en el lugar de trabajo 2019′ realizado por Udemy, para los millennials, por ejemplo, el hecho de que su trabajo les permita estar continuamente aprendiendo y creciendo profesionalmente es uno de los aspectos que más valoran en un puesto de trabajo. De manera que, hasta un 62% de ellos estaría dispuesto a reducir su salario para trabajar en una compañía que los motive. Partiendo de esta base, no es difícil suponer que las generaciones más jóvenes son conscientes de la necesidad de desarrollarse profesionalmente a lo largo de toda su vida para prosperar. En este sentido, fomentar una cultura de aprendizaje en las compañías va a tener un doble impacto positivo: por un lado, hacia el propio trabajador y, por otro, hacia la rentabilidad y el éxito de la empresa.
La posibilidad de continuar formándose, una vez dentro de la empresa, hace al trabajador más feliz, más seguro de sí mismo y le permite estar más motivado, lo que se traduce en una mayor productividad en sus labores diarias. Aprender nuevas destrezas, relacionadas tanto con las funciones técnicas que desempeñan en su puesto de trabajo, como con otras nuevas que les permitan desarrollar sus habilidades sociales, interpersonales o, incluso, de dirección y mando, les hace creer firmemente que tienen la oportunidad de avanzar y prosperar en la compañía, y esto, precisamente, incrementa el bienestar del trabajador.
Se trata, sin lugar a dudas, de una inversión en su futuro profesional, y eso lo valoran, pero también es un beneficio para la empresa, ya que el rendimiento de los trabajadores repercute directamente en la rentabilidad de la compañía y contar con trabajadores felices aumenta no solo el compromiso profesional sino también la satisfacción por parte de los clientes. Es, por tanto, una simbiosis en las que ambas partes ganan.
Las compañías son cada vez más conscientes de los beneficios de la formación y no quieren quedarse atrás. De hecho, en la actualidad en España cada vez son más las empresas que crean sus propias universidades corporativas para fomentar la actitud de una formación constante. Su misión, preservar y estructurar la transferencia de conocimiento, se ha vuelto esencial en un mercado laboral en el que existe un gran movimiento de personas. Así mismo, se han convertido en una vía para afrontar la transformación de los puestos de trabajo y ayudar a las personas a llevar de la mejor manera esta transición hacia el nuevo modelo de empleo.
Apostar por el aprendizaje y la formación de los empleados supone de esta manera un impacto directo en el crecimiento de la empresa. Si cada trabajador aprende nuevas habilidades, será capaz de realizar tareas nuevas que requieren de una mayor especialización. Además, la formación hace que los trabajadores sean más polivalentes, favoreciendo la posibilidad de cambio y movimiento dentro de la propia empresa, y, probablemente lo más importante, que estén al día de los avances tecnológicos, evitando el problema de la obsolescencia del conocimiento.
Fuente: www.eleconomista.es