El 80% de las ofertas de trabajo oculta el salario

Nuria Gallar vive en Gavà, Barcelona, y tiene un máster en Traducción Audiovisual y Literaria. Se acaba de incorporar al mundo laboral, pero su aterrizaje ha sido catastrófico: “He hecho varias entrevistas en academias y escuelas de idiomas y nunca, ni una sola vez, he sabido cuánto iba a cobrar”, explica a este periódico. No es solo que se viese obligada a hacer entrevistas sin conocer el salario ofrecido, sino que allí tampoco se lo decían: “Siempre he tenido que sacar yo el tema. Espero hasta justo el final, cuando ya ha acabado la entrevista, porque es un momento embarazoso”.

El asunto va más allá de la clásica vergüenza del novato. “En dos trabajos me han puesto mala cara al preguntar cuánto iba a cobrar. Para ellos es como si solo estuviese allí por el dinero… y es verdad, pero ya no se puede decir. A este derecho de los trabajadores ahora se le llama descaro”. Después de hacer un puñado de entrevistas, en torno a 10, solo en una tienda de raquetas de pádel le dijeron lo que iba a cobrar, y tenía trampa: “Me dijeron que ganaría cinco euros la hora pero que ellos no hacían contrato. Al final, me echaron para enchufar a un familiar del dueño”, lamenta.

Nuria, junto a otros tres millones y medio de españoles en paro, se tiene que enfrentar cada día a procesos de selección para un puesto que ni siquiera sabe si querrá. Según información recopilada y analizada por este periódico de casi 64.000 ofertas publicadas en los portales Infojobs (3.400) y el público Empléate (60.400), solo una de cada cinco indicaba un salario, o al menos un rango, en la convocatoria del puesto. En casos concretos, como el sectorialGastroempleo o el autonómico Servef, ninguna de sus ofertas habla de salario.

No solo los parados son perjudicados por la falta de información, sino que los trabajadores en activo también lo sufren, ya que se ven incapaces de cambiar de empresa y mejorar sus condiciones. Juan Jesús F. es un ingeniero químico que llegó hace seis años a Madrid para trabajar en una multinacional del sector de la alimentación, concretamente en el departamento de calidad. “En este tipo de trabajos, se valora mucho la experiencia”, detalla a este medio, «por eso cuando acumulé suficiente conocimiento me propuse mejorar mis condiciones”.

Juan Jesús ya había trabajado en calidad en Austria e intentó trasladar los usos y costumbres a España: “En Viena era sencillo: bastaba con hablar con una empresa de la competencia y, si les interesas, tienes una oferta económica y laboral vinculante sobre la mesa en tres días. Eso cuando no es un jefe tuyo el que se marcha y te lleva con él. Una vez que demuestras que vales, se te abren todas las puertas”, detalla.

“La situación que me he encontrado en España”, continúa el ingeniero nacido en Ronda, “no tiene nada que ver. Pasé por dos procesos largos de selección, uno de cuatro y otro de tres entrevistas, y en ningún momento se me habló del salario que iba a percibir. Ambas empresas me admitieron y a las dos las rechacé por malas prácticas”, dice con tono de frustración.

“Una de ellas, después de un mes haciendo entrevistas y continuos viajes a las afueras de Madrid, me terminó ofreciendo 2.000 euros más al año de lo que yo cobraba, pero trabajando más lejos y en peores horarios. Me molestó mucho porque desde el principio sabían lo que yo quería y no me hicieron caso. Me dijeron que sí a todo hasta que en Recursos Humanos me presentaron una nómina que nada tenía que ver con lo negociado. Lo tomé como una completa falta de respeto profesional y me fui”.

El segundo proceso de selección fue incluso peor para Juan Jesús: “Después de cuatro entrevistas y de aceptarme, me explican que todos entran en la empresa como júniors y que yo igual, pero que podría ascender en muy poco tiempo con mi experiencia, pero mientras iba a cobrar el 40% menos que ahora», lamenta, «¿por qué nos hacen perder el tiempo?».

En este último caso, cuando Juan Jesús estalló de ira ante el director de Recursos Humanos, este le recordó que vendría complementado con un «salario emocional». Se trata de ventajas que ofrecen las multinacionales, como guardería, comida o ‘parking’ gratis, para mantener motivadas a sus plantillas. «Salario emocional es una nueva forma de no subir salarios», diceLola Santillana, secretaria de Empleo y Cualificación de Comisiones Obreras. «Antes, esto se llamaba pago en especie y, a diferencia de estas ventajas que se dan ahora, el empresario tenía que tributar por ello».

La tendencia de esconder la retribución nació con la crisis y ha tomado cuerpo en tiempos de bonanza económica. Fue el sindicato UGT el primero en reparar en este detalle en 2015, cuando un estudio similar al de la Unidad de Datos de El Confidencial, pero con una muestra mucho menor, destapó que el 71% de las ofertas eran opacas económicamente. Tres años después, estamos un 10% peor. Por empresas, Burger King y Manpower destacan por su opacidad, mientras que Acnur y, en general, las ONG casi siempre informan de los honorarios del trabajador.

Pero ¿por qué las empresas han dejado de publicar sus sueldos? «Normalmente, porque esconden retribuciones miserables», afirma Nuria Gilgado, secretaria de Política Social de UGT Catalunya. La sindicalista también apunta a ilegalidades en la contratación: «El que no quiere dejar por escritas las condiciones es por algo, normalmente alguna ilegalidad. Nos encontramos casos de trabajadores que no denuncian que tal anuncio es un contrato temporal encubierto, que se está pagando por debajo del salario mínimo interprofesional o que es una jornada completa que se paga como media».

Continúa Santillana, de CCOO: «No incluir los sueldos es una práctica abusiva, otra forma de explotación. Los empresarios hace tiempo que se niegan a sentarse a negociar los convenios y ahora evitan que se sepa cuánto se paga en cada empresa. La idea es que vayas sin saber y consigas lo que puedas, que nada de lo que han logrado otros sirva para ti. Es un proceso de individualización de los trabajadores que solo tiene por objeto romper los convenios y que impere la ley de la selva».

Preguntamos, por último, a Javier Cuesta, experto en Recursos Humanos y director asociado de la consultora de selección Michael Page en Los Ángeles. «En Estados Unidos tampoco se suele ofrecer el sueldo en muchas ofertas, aunque, por otro lado, hay leyes estrictas respecto al proceso de contratación, como la prohibición de preguntarle a un candidato el salario base en su actual o anterior trabajo«, explica desde California. «Esta ley, que ya se ha aprobado en ocho estados y va camino de ser nacional, ha hecho que el mercado evolucione a una nueva realidad, en mi opinión más justa para el proceso de selección».

Por otro lado, Javier destaca que «en EEUU hay otras leyes que también obligan a que los CV vayan sin foto ni fecha de nacimiento para que no se produzca discriminación por edad. Este concepto podría ser beneficioso para solucionar el desempleo juvenil o el paro de larga duración en mayores de 45 años».

«La diferencia entre los mercados laborales de Estados Unidos y España es que el primero es un mercado de candidatos y el segundo es un mercado de clientes. Aquí [en California] tenemos que seducir a los trabajadores para que acepten las ofertas porque tienen hasta cuatro propuestas sobre la mesa, mientras que en España, con una tasa de paro mucho mayor, el poder de negociación del empleado es más limitado. Es un poco parecido a la situación de la industria de la construcción a principios de siglo en España, mucho trabajo para poco profesional». Sin embargo, el experto en Recursos Humanos indica que «en Estados Unidos muchas empresas tienen bandas salariales públicas a nivel interno, lo que permite a los candidatos crearse una expectativa, y que siempre se hable del salario en las primeras entrevistas sin que se provoque una confrontación». «En España, tenemos el gran problema de que no se paga uniformemente para una misma posición. Un mismo puesto puede tener una banda salarial totalmente diferente en función de la compañía» comenta el ‘headhunter’ español.

Concluye Cuesta: «Que los procesos de selección sean mejores en Estados Unidos no significa que este sea un mercado laboral perfecto. Por ejemplo, aquí una familia de tres miembros gasta en torno a 1.500 dólares mensuales de su bolsillo en seguro médico privado; muchos querrían la protección social que tienen los trabajadores españoles».

 

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